1.- Cadáver dibujado: Se toma una hoja de papel y un lápiz. Uno dibuja lo que se le ocurra en uno de los extremos del papel. Lo dobla de manera que esconda lo dibujado, salvo algún trazo a partir del cual su vecino continuará. En el proceso pueden distinguirse tres momentos: el inicio, la progresión y la conclusión.
2.- Cadáver escrito: Mismo proceso que el anterior, pero escribiendo. Comienza uno escribiendo lo que se le antoje. Deja al descubierto la última frase y se continúa hasta que alguien diga basta.
3.- Cadáver teatral: Cada jugador elige un personaje y lo guarda en su interior. Se pone en común el lugar en el que se desarrollará la supuesta acción dramática; dentro de un coche, en la barra de un bar, en un cuarto de baño... El primer jugador escribe su parlamento en una hoja. Lo dobla. El segundo jugador lee sólo la última línea y continúa. Lógicamente cada jugador debe ser fiel a su personaje escogido. ¿Resultado? Un diálogo lleno de humor surrealista.
4.- Cadáver literario: Se cogen dos libros al azar y se copia el primer párrafo de uno de ellos que servirá de principio del relato, y el párrafo final, que podrá servir como moraleja. Se puede escribir una historia coherente. (Similar a la actividad Siguel el hilo...)
5.- Cadáver poético: Se toman titulares del periódico o versos de diferentes poetas. Se introducen en una caja. Uno a uno se van sacando. Y tal como salen, se van disponiendo en la página. Si necesitan retoques el propio jugador lo decidirá. Divertido e ingenioso, los poemas resultantes son muy divertidos, y atrevidos, y si no se cuenta la técnica de su fabricación, el asombro es todavía mayor.
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